como de pájaro que lo abarca todo,
y hazlo hasta que el cielo azul,
se vuelva esmeralda, doquiera
de todo este entorno..."
Y la mirada fija, bien alta,
sin angústias de pensamiento,
permanecía quieta sobre las crestas
abruptas y amadas de Montserrat:
hasta ver de vivo reojo,
una blanca neblina dibujada,
resiguiendo la línea boscosa,
por encima las copas de los árboles;
mientras, de cada picacho agudo,
de los inmesos roquedales, salian
múltiples surtidores energéticos,
dirigidos a todo el espacio superior
y circundante, convertido ya
en suave color esmeralda,
como lleno de estrías, trazados y dibujos
misteriosos; y aquél tono verde
lo transformaba realmente todo:
desde el AURA de la Montaña
hasta el pequeño cerro
donde me sentaba extasiado,
y envuelto en la atmósfera intensa,
del mismo color que lo vestía todo:
ahora veía la Montaña Sagrada,
de un color como granate, y la silueta
aserrada, era un ribete de vivo òxido,
más marcado que la caricia de una aurora,
o la despedida de un Sol poniente.
De seguir la visión maravillosa,
otros tonos y cadencias abríanse paso,
y la Quarta Dimensión se acercaba
como un velo que sólo hay que apartar,
y penetrar sencilla y naturalmente...
Dejando de tener la vista quieta,
tan sólo fracciones de segundo:
todo vuelve al mundo ilusorio
que aprendí a ver sin esfuerzo...
mlt-marzo 2011
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