sábado, 3 de agosto de 2013

LA ACEPTACIÓN


La manera receptiva de estar en el presente, viviéndolo a fondo, de manera consciente, pasa por la "aceptación", que es la actitud objetiva de "aceptar" todo lo que nos trae la realidad, en forma de circunstancias diversas (muchas de ellas generadas por nosotros mismos), situaciones o eventualidades que, una vez que las tenemos delante, hay que resolver de una manera u otra.
El hecho de "aceptar" la realidad que nos viene, en vez de ofrecer resistencia o rechazo, coloca a la persona en el camino de dar las más correctas soluciones al dilema que se trate. "Aceptar" no quiere decir, de ningún modo, "estar de acuerdo", simplemente es una aceptación natural del presente, del aquí y ahora, tal y como llega a nosotros, sin juicios ni etiquetas.
"Aceptar", comenzando por la actitud, es "afrontar" de una manera lúcida y consciente cualquiera de las situaciones que nos puede deparar la vida; hacerlo así, aporta al instante presente grandes dosis de serenidad y estabilidad. Raramente desde el ejercicio consciente de la "aceptación" recorrerá uno a actitudes de violencia o de huida de la realidad.
El "poder de afrontar" es significativo cuando aceptamos todo lo que nos trae la realidad, sea del signo que sea, y eso nos capacita para encarar la peor de las situaciones de la mejor manera posible.
                                                                                   


La "aceptación" nos hace también responsables frente a cualquier circunstancia, y esta es una, sino la principal, virtud del ser humano intrínsecamente libre y laboriosamente consciente.  Porque la "consciencia" si bien todos la tenemos, con frecuencia se requiere de una disciplina mental y psicológica, capaz de restituir las cualidades y poderes del Alma original que somos, la verdadera entidad espiritual, que se sirve admirablemente de un maravilloso cuerpo físico, mientras duran las etapas terrestres.  Así el hombre recupera los parámetros de su libertad original "perdida", va emprendiendo el camino consciente, objetivo y responsable, que le irá reponiendo a la vez, todas las cualidades y poderes originales "olvidados" en el tránsito tridimensional. 
La "aceptación" pues, sin juicios previos,  ni etiquetas, es siempre de una importancia capital, es un factor de equilibrio imprescindible en la práctica del ahora consciente, puesto que nos hace humildes, reflexivos, equilibrados, serenos, estables, con dominio pleno para afrontar las más complicadas situaciones.  La "aceptación" siempre es la antítesis de la "reacción"(fácilmente precipitada, inconsciente y garantía de "fracaso"), del "rechazo"(que indica la no voluntad para afrontar), o de la "huida"(que básicamente indica miedo).

                                                                                    


No digo "fácil", ni "difícil": pero si que este cambio hacia la "consciencia" no se hace de un día para otro.  Se requiere paciencia hacia si mismo, y más cuando se está acostumbrado a "reaccionar" ante las situaciones, en vez de "activar la aceptación" que poco a poco (si se practica) va desplegando otras cualidades complementarias básicas y vitales, como la "paciencia" misma y el "auto respeto"  Primero hay que entender lo que aquí se plantea, llevarlo a la "comprensión de fondo", y si uno ya toma la "decisión": comenzar a practicar.  Se podrá comprender entonces "lo arraigado" de algunas costumbres "erróneas", a nivel de nuestra psique, cuando después de mucho tiempo de practicar, se presenta una situación inesperada, y salta "automáticamente" aquella "reacción" que ya casi dábamos por erradicada.  Eso solo indica que, como en todo, no hay que desfallecer jamás, incluso cuando todo "parece" que va al revés, hay que seguir trabajando, siempre desde el instante presente, con paciencia, persistencia y una firme decisión. 
La "aceptación" allana, acerca y facilita mucho, el trato y la relación con las personas de nuestro entorno. Partiendo de la base de la aceptación de uno mismo y de todos los demás tal como son, sin juicios ni etiquetas (aquello de: "me gusta", "no me gusta", "no lo puedo ni ver...", "me da rabia", "¿qué se habrá creído?", etcétera, etcétera).  Aceptar al otro tal como es sin juzgarlo, sin etiquetarlo.  Con frecuencia aquello que "no nos gusta" de los demás, no es sino una "proyección" de nuestros propios defectos "reflejados en ellos". Y eso no resulta nada agradable.  Hay que trabajar también desde esa perspectiva: la "aceptación" por delante de todo, puesto que nos da serenidad, nos estabiliza, nos hace reflexionar, intuir e incluso discernir, porqué esta acción se hace "desde la "Consciencia del Alma", es decir, en "intima recordación del Ser", nuestra íntima, sola y única "identidad luminosa": como siempre debemos "mirar, ver y tratar" a todos nuestros semejantes...*

                                                                                         



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